29 de diciembre de 2011

Alvarez Renta "El Preso Que Mas Jode" ............ ....Por Sara Perez



Las cárceles dominicanas son poco menos (o tal vez algo más) que calabozos medievales, ergástulas vergonzantes, como sólo pueden permitirse gobiernos  encabezados por la clase de farsantes  a la que pertenece el presidente Leonel Fernández, que no es un incompetente desentendido de las desgracias que aquejan a su pueblo por desidia, ni por ignorancia, sino por conveniencia económica y deliberada elección política.

En esas cárceles hay unas 22 mil personas encerradas en condiciones terribles.  Ni siquiera hay que ir a visitarlas para saberlo. Basta con echarle una ojeada a un barrio marginado, a un vecindario de domínicohaitianos,  a la letrina de una  escuela sin pupitres,  a un hospital público o a cualquier calle congestionada por el tránsito, no para imaginar, sino para saber, que si ese es el panorama de la convivencia en libertad, el de la sobrevivencia en prisión  tiene que rebasarlo en algo, en cuanto a  hacinamiento,  suciedad,  desorden,  violencia y  abuso.
Para conocer algunas variables al respecto, también se cuenta con monografías, diagnósticos del gobierno, que es prolífico con todo lo que se quede en estricta verborrea, vacuidad, bulto y pantalla; declaraciones del Cardenal,  quien tiene su participación en los negocios de las cárceles y que es más omnipresente que Dios; los reportajes que la prensa publica esporádicamente dando cuenta de las condiciones infrahumanas de esas instalaciones y las reseñas terribles de toda clase de tragedias y desórdenes en el interior de estas casi mazmorras.

Entre los políticos corruptos, empresarios de rapiña y banqueros ladrones, los han dejado sin nada. Ni siquiera pueden disponer de sus culos, porque se los violan
Los episodios que llegan a mi memoria, incluyen muertes de presos a manos de otros presos ¡con armas de fuego! y armas "blancas"; envenenamientos de reos por parte compañeros ¡y custodios!, incendios intencionales con desenlaces macabros, no todos causados por los propios presos  (hay sotanas que huelen a humo del nunca debidamente esclarecido incendio de Higüey, en el que murieron más de 150 personas) y muertes de presos a manos de carceleros, en medio de disputas confusas y porque la ambulancia de la cárcel –si es que existía- no tenía gasolina para llevar a un herido al hospital. En fin, casos todos que hablan de una terrible situación de deficiencia e irresponsabilidad gubernamental y de la vulnerabilidad extrema  de un grupo horriblemente maltratado.

Unas  autoridades que confinan y anulan a los presos bajo su responsabilidad de esa forma, merecen estar trancadas más que los delincuentes y criminales.
No se sabe cuántas personas han muerto en las cárceles dominicanas a causa de cólera, sida, cáncer, cardiopatías, diabetes, infecciones, patologías respiratorias, alergias, desnutrición, deshidratación o de pura y simple miseria.

El gobierno, la justicia y el sistema carcelario violan los derechos más elementales de los presos, y los guardianes los humillan, los golpean, extorsionan y los maltratan.
Los compañeros más agresivos hasta los violan. Los presos preventivos son el 80 por ciento, y no han sido definitivamente juzgados. Deben esperar largos períodos hasta que la justicia –que aparte de la venda en los ojos también monta sobre una tortuga bostezadora- encuentre un hueco donde atenderlos.

Hay gente inocente presa que no saldrá libre porque no tiene con qué defenderse y hay culpables que purgarán el máximo y hasta más, de la pena que les corresponde, porque tampoco tienen con qué defenderse. Algunos cumplirán largas penas por delitos irrelevantes. Muchos saldrán hechos guiñapos. Casi todos saldrán peores.

Esos  presos corrientes son pobres y carecen de educación. Algunos son idiotas o esquizofrénicos. Y la mayoría  tendrían vidas "normales" si su entorno social no fuera tan absolutamente hostil, violento y anormal y por lo menos en lo relativo a los principios éticos, ninguno de los presos comunes dominicanos está por debajo del Presidente de la República, ni de Reynaldo Pared, ni de Abel Martínez, ni de algunos de los jueces de la Suprema, ni del matarife que siempre ponen como jefe de la policía.

En contraste con ellos, hay un pequeño grupo de presos ricos, entre los que se encuentran los banqueros ladrones  que se alojan en Najayo, que disfruta de condiciones especiales.
Pagan para eso y algunos tienen acuerdos de que cuando abandonen sus celdas deben dejar mobiliario y electrodomésticos como herencia para los carceleros, que suelen fungir como servidumbre y que les proporcionan favores y condescendencias y facilitan la transgresión de las normas, a cambio de sobornos.

La laxitud en la vigilancia que prima en su área es de antología.  Nadie registra a quienes los visitan, así es que  no hay ningún inconveniente en llevar drogas, alcohol, armas y teléfonos. Los ricos tienen teléfonos en la cárcel, independientemente de todas las babosadas que Leonel disponga sobre el particular. Probablemente también tienen internet y  computadoras, aunque yo no los vi.

Los banqueros ladrones –usando en la cárcel el dinero por el que están presos- comen quesos franceses, patés, caviar, vinos y duermen con sus mujeres en sus residencias-habitaciones, (cada una tiene su tarifa dependiendo del tamaño) y  cuenta con las facilidades que puede haber en un hotel aceptable (baño privado, cocina, nevera, televisión con servicio de cable y aire acondicionado, instalados por el huésped, aunque no sé cómo manejan las tarifas eléctricas. Probablemente se las clavan al pueblo).

No es exactamente el paraíso,  porque de todas maneras esos espacios cerrados, de techos bajos, resultan opresivos, especialmente por la prolongación de la estada y porque tienen de vecinos a quienes ellos desprecian y considera seres inferiores, lo que para gente acostumbrada a unos estilos de vida con espacios sofisticados y de alta calidad no debe parecer precisamente el paraíso. Pero son abrumadoramente notables  las diferencias con las celdas de los presos comunes, donde todos los años explotan varios presos, literalmente, en los meses de calor y sufren lo indecible, con la artritis, en los meses frescos y de lluvias, sobre todo en las celdas afectadas por filtraciones y la excesiva humedad.  Cualquiera de esas celdas de ricos es más grande y sin lugar a dudas está infinitamente mejor abastecida que las casas de los pobres.

Los servicios legales y de salud  que el reo paga están a su disposición en los horarios que él  estime más convenientes, mientras los vigilantes, si es que andan en las inmediaciones, procuran mantenerse a respetuosa distancia para no incordiar a los señores, pero acuden con obsequiosa diligencia, si a éstos se les ocurre ordenarles algo.

Entre estos señores hay uno, llamado Luis Álvarez Renta, que es el preso que más jode del país y que más tiempo les hace perder a las autoridades carcelarias nada más con los papeleos de sus reclamos. Conste, que creo que el Señor Álvarez  tiene virtudes admirables. Eso no lo digo con ironía. Fue el único que protestó por el  inexcusable  acto de barbarie que fue la muerte del narcotraficante Florián Félix en la cárcel de Najayo.

Pero a juzgar por la cantidad de permisos de salida que ha solicitado y que le han concedido, el señor Álvarez Renta necesita salir de la cárcel cada vez que se le entra una pestaña en un ojo, si  cree que tiene algo de cera en un oído,  si se le rompe una uña o se le encarna un vello  y si estornuda y se le rompe un vasito capilar de la nariz.

Para salir a cepillarse callosidades de los pies,  para que le expriman una espinillita que le salió en un pómulo, para cortarse y teñirse el pelo, si en la familia hay una boda, un funeral, un bautizo, una primera comunión, un aniversario o un cumpleaños de muñecas. El señor Álvarez Renta tiene que salir. Lo ha hecho tanto que no ha tenido tiempo de reformarse, así que a él debían extenderle la pena.

Ahora la excusa es que hay que operarlo porque dizque corre el riesgo de quedar paralizado. Y está bien que el señor Álvarez Renta se haga todas las operaciones que recomienden sus médicos (Por cierto, ¿él devolvió todo lo que se perdió entre sus manos? ¿Con qué dinero está pagando sus médicos, abogados, fiestas, restaurantes y caprichos?), pero es que también quiere que le permitan irse a su casa por seis meses para la recuperación postoperatoria.

Él se puede recuperar en la cárcel, donde tiene una habitación lo suficientemente confortable como para recibir las correspondientes terapias y desde donde, con algún esfuerzo, puede alcanzar a ver a tantos que también están enfermos y no tienen médicos con diagnósticos certeros y que no se recuperarán porque no serán operados. Ni recibirán terapias. No tienen con qué pagar esos lujos. Entre los políticos corruptos, empresarios de rapiña y banqueros ladrones, los han dejado sin nada. Ni siquiera pueden disponer de sus culos, porque se los violan.

En tanto, es más que suficiente con la impunidad de una sola, Vivian Lubrano.
El preso que más jode (2)
Distinguido Señor Luis Álvarez Renta:
En respuesta a su atenta misiva, en torno a mis previas consideraciones sobre la situación de las cárceles dominicanas y su singular desenvolvimiento dentro (y sobre todo fuera) de una de las mismas, me permito aclararle lo que le confunde, comentar sus acotaciones y puntualizar lo que olvidó abordar.

No podré hacerlo en un solo capítulo, lo que me trastorna un poco, porque detesto las series. Pero no quiero abusar de la tolerancia de los lectores con entregas más largas de las que habitualmente hago, y que desde ya, yo misma considero que tienen una longitud que duplican la que debía ser y no deseo dejar el tema a medio talle.

Mi interés no es de carácter particular. Quizás justamente por eso es que no alcanza usted a verlo, ni consigue identificarlo. Responde a simples y gratuitas  inquietudes sobre las ignominiosas, inhumanas y terribles condiciones en que viven los infelices presos depauperados en esos chiqueros que son las cárceles dominicanas, en contraste con las flexibles condiciones, tan excepcionalmente confortables y benévolas,  que disfrutan personas como usted, responsables de delitos con impactos sociales catastróficos, cuyas consecuencias abarcan desde dramáticos descensos en los índices nacionales de bienestar público, hasta la silenciosa pérdida de vidas humanas que los aumentos  de la miseria conllevan.

Es viendo esos patéticos despojos humanos y conociendo algunos de los episodios sobrecogedores que los afectan, que se percibe la verdadera naturaleza del gobierno y del vacuo simulador hipócrita que lo preside

Sí, efectivamente, el haber trabajado en numerosos periódicos de prestigio nacional me ha mostrado cuán necesarios son los buenos fundamentos para escribir, pero en esas cuestiones de experiencias acumuladas, a veces, los periodistas se parecen demasiado a los banqueros y expertos en finanzas, que cuando exhiben un pedigrí muy rimbombante, lo más aconsejable es ser precavido y no confiado. Así es que no se lleve mucho de mis credenciales, aunque viéndolas bien, la sobria modestia de las mismas, les confieran una definitiva aura de robusta credibilidad.

Yo no me tomo en serio las suyas, al menos en lo referente  a tópicos tan exóticos y escurridizos como los de la integridad y la honestidad profesional, aunque reconozco que de seguro acabará siendo usted una autoridad en esas materias, después que cumpla su condena por haberlas violado.

Sé que la descripción que hago de las cárceles dominicanas es justa, aunque temo que las palabras nunca consigan plasmar todo el horror de las vivencias, pero le agradezco la cortesía de confirmar mi informe, desde su posición de esporádico y privilegiado observador.
Las calumnias, que de ninguna forma han conseguido trancarlo en la celda que le corresponde, Señor Álvarez Renta, no son las mías, sino las consignadas como “Hechos Probados” en la sentencia No. 350-2007, dictada por el Primer Tribunal Colegiado de la Cámara Penal del Juzgado de Primera Instancia del Distrito Nacional, el 21 de octubre del 2007 y que no citaré en detalles porque usted conoce el texto, todo el mundo le dio seguimiento al juicio y no quiero agredir y espantar a la gente con la pesadez plomiza del indigerible lenguaje judicial.
De todas maneras, le puedo enviar una copia de la sentencia donde se consigna que se probó que usted era un lavador de activos y que  a través de sus manos, con su conocimiento, con su participación y con  su firma, se trasegaron irregularmente millones de dólares en fondos  para financiar otros proyectos empresariales y gastos personales, que luego fueron sacados de las costillas del pueblo dominicano, como usted recordará.

También, si le parece, puedo mandarle copias de las resoluciones finales de la Corte de Apelación de los Estados Unidos para el Décimo Primer Circuito, donde se confirmó su condena en el caso civil que se siguió en La Florida, por sus actuaciones al frente del Bankinvest y mediante la que usted fue sentenciado a la devolución de unos 177 millones de dólares, en abono a los que, hasta el momento, lo único que usted ha entregado ha sido un par de zapatos y un reloj de dudoso abolengo, a pesar de que dinero no es lo que le falta, a juzgar por la corte de  sirvientes en que usted ha convertido a quienes debían ser sus vigilantes y por las instalaciones y servicios que tiene a su disposición, incluyendo su exquisita selección de vinos.

Hago el desinteresado ofrecimiento porque si a esta altura de juego usted se atreve a reclamar indicios y pruebas es porque tal vez se le han extraviado sus expedientes, lo que no es inverosímil, dada la amplitud de su complejo residencial en Najayo.
Ciertamente, incurrí en algunas imprecisiones al describir el hábitat de los pocos tutumpotes que hay  en la cárcel, pero no porque exageré, sino porque me quedé corta. No tenía una certeza absoluta de que había computadoras e internet a disposición suya (mientras el ridículo del Presidente Fernández payasea con la prohibición de los teléfonos, medida que a ustedes no les ha hecho ni cosquillas),  pero usted, en particular, tuvo la gentileza de despejar las dudas, al interactuar vía internet con los comentaristas de su carta,  dirigida a mí y publicada en el periódico Acento.com.do

La facilidad de comunicación con el exterior, sin sobresaltos ni enojosas subrepticidades, por si no se ha dado cuenta, Señor Álvarez, es el primer privilegio del que disfrutan ustedes y que no tienen muchos de los demás y que no debían tener ni los demás, ni ustedes, más que bajo ciertos controles, especialmente después de constatarse que muchas llamadas hechas desde las cárceles, han servido para la contratación de sicarios, manejos de puntos de drogas, organización de secuestros y asaltos y quién sabe cuántos delitos y crímenes más.
Tengo entendido que  tiene usted dos computadoras y una televisión plana de 60 pulgadas.  Para no correr riesgos de padecer alguna vez en su vida el inimaginable trauma de un apagón, además del inversor, también tiene  una planta de emergencia. Cuenta con los servicios de una conserje particular que, entre otras labores, debe mantener  impolutos los preciosos pisos de madera de sus habitaciones, en cuyos espacios se incluyen una sala de recepción, área de cocina y de gimnasio, despacho y dormitorio, aparte de sus dos baños.

El contraste entre los privilegios suyos y de algunos más en similar situación y la condición infrahumana en que viven los presos desamparados, marca el justo relieve de la honda y terrible desigualdad e injusticia social que padece la República Dominicana.
¿No se ha preguntado alguna vez cuáles de los lujos suyos se están costeando con las precariedades de los demás? ¿Qué parte de la fracasada delincuencia cochambrosa es consecuencia de la exitosa delincuencia de cuello blanco? ¿Qué parte de la población menesterosa de las cárceles debe asociarse con la crisis bancaria de la que usted fue uno de los protagonistas?

Si no hubiese oído de todos los proyectos filantrópicos en los que estaba involucrado el muy piadoso Pablo Escobar, quizás recibiría con un poco menos de suspicacias las noticias sobre las desbordantes caridades provenientes de sectores que darían muchísimo más si no regalaran nada, pero robaran menos.

Sé que es cierta cualquier cosa que usted cuente sobre la ineptitud, la desidia, la irresponsabilidad, la insensibilidad, el atraso, el desorden, la inclemencia, la brutalidad y el bestial primitivismo con que se manejan los presos pobres en las cárceles dominicanas.
Es viendo esos patéticos despojos humanos y conociendo algunos de los episodios sobrecogedores que los afectan, que se percibe la verdadera naturaleza del gobierno y del vacuo simulador hipócrita que lo preside, que vive baboseando por el mundo, hablando de modernidad, mientras el pobre país que gobierna sufre unas situaciones calamitosas y unos dramas humanos aberrantes, que ameritan intervenciones urgentes y que deben  conmover el corazón de una apisonadora, pero no el de un fantoche verborreico, ni el de toda la infecta clase política que lo acompaña.

Imagine lo que se podría agregar de  la flamante élite social y económica, depredadora insaciable, para quienes  esos políticos, comenzando por los presidentes, no son más que un mugroso grupo de engrasadores de tuercas, al que hay que adular, mimar y darle una ración del botín, mientras ejerza con eficiencia su función de árbitro sobornado.

Distinguido Señor Luis Alvarez Renta:
¿Que yo me burlo de sus problemas médicos? No. Quien se burla de los problemas de salud de todos los  presos desarrapados de la República Dominicana es usted. Porque no he sido yo, sino usted, quien ha salido de la cárcel 197 veces (eso era hasta el sábado 17 de diciembre de este año) para presuntos exámenes y terapias que  usted y la servidumbre que lo acompaña sabrán dónde y cómo se realizan.

No he sido yo, sino usted, quien se hizo excarcelar el 15 de agosto del 2003, (sin haber cumplido ni dos meses en prisión) con la excusa de todos los pesarosos achaques que lo inhabilitanban para estar en la cárcel, pero que  no le impedían andar de parranda.
Al menos eso fue lo que hizo, en abril del 2007, cuando se suponía que estaba usted en tratamiento y convalecencia, pero resultó que se encontraba en el Hotel Bellagio de Las Vegas, donde gastó 29 mil dólares, según los balances de una de sus tarjetas de crédito, desglosados por la justicia de Los Estados Unidos, publicados por el periódico Miami Herald y reproducidos por el periódico dominicano 7dias.com.do, el 16 de septiembre del 2007.

Ahí  también se establece que en el 2006 usted gastó solo en su tarjeta American Express 766 mil dólares, llevando una vida "extravagante", entre Ferraris, yates,  aviones privados y fiestas, mientras la burlada justicia dominicana esperaba que usted se repusiera de sus acomodaticias dolencias, que no le permitían recluirse en prisión, pero sí participar en actividades como salir tranquilamente de compras y gastar 8 mil dólares en ropas y accesorios "para caballero" en Neiman Marcus y alquilar, en mayo del 2007, una limosina para andar por Nueva York, por la que pagó 5 mil dólares.

Todos los detalles salieron a flote, porque ya para ese tiempo había una sentencia en Estados Unidos (que fue confirmada posteriormente) que le ordenaba a usted entregar 177 millones de dólares como penalidad por sus actividades de estafador y lavandero.

Su morosidad se vió recompensada con una investigación de los gringos en que se revelaban sus andanzas y también se hablaba de que usted se había dedicado a traspasar fondos de sus cuentas hacia diversos destinos, dificultando  o imposibilitando la ubicación de los recursos, su recuperación y la correspondiente devolución a sus legítimos dueños, entre los que supongo que se encuentra el pueblo dominicano.

Imagino que esas hábiles transacciones marcharán sobre ruedas, con las dos computadoras que, tan gentilmente, le han permitido tener a su disposición en Najayo, para que pueda usted ejercitar sus excepcionales destrezas de financiero milagroso y los finos talentos de la evaporación sigilosa, especialidad tan altamente cotizada en estos días.

Es usted, y no yo, señor Alvarez, quien ahora quiere repetir las mismas hazañas que ya protagonizó, acusando a las autoridades (a quienes usted tiene de mojiganga) de negarle el derecho a operarse, lo que es un embuste suyo. Además, es una agresión y una bufonería desconsiderada contra el país en pleno y especialmente contra los muchos presos desahuciados y realmente desprovistos de los más elementales derechos, cuyo sufrimiento y desamparo usted banaliza y arrincona con sus plagoseos frívolos y desalmadas manipulaciones.

Por si se le olvidó, déjeme refrescarle la memoria. Según datos del Banco Central, publicados en la Revista Rumbo número 486, del 2 de junio del 2003, su empresa, Bank Invest, había trasegado 6,149 millones de pesos, que se diluyeron entre las manos suyas y las del señor Ramón Báez Figueroa.

A causa de eso, usted  fue recluido en prisión preventiva el 18 de junio del 2003. En agosto de ese mismo año resultó beneficiado con una excarcelación graciosa y rápidamente firmada por el entonces Procurador Fiscal, el  doctor Víctor Manuel Céspedes, de infausta recordación, y, al parecer, de conspicuas fraternidades con submundos –o, major dicho, supramundos- repugnantes, pero solventes. Conste que, por desgracia, esas no son particularidades solo de él.

La excarcelación se hizo atendiendo (entre otros detalles no dilucidados) a sus alegados padecimientos de hipertensión, diabetes, arteriosclerosis, diverticulosis, hernia hiatal, esofagitis, gastritis, duodenitis, insuficiencia pulmonar ligera e insuficiencia vascular periférica.  Esto fue certificado por los muy reputados doctores Angel Contreras, cardiólogo y Fernando Contreras, gastroenterólogo.

No tengo nada qué cuestionar a los diagnósticos de éstos consagrados médicos, aunque supongo que el Estado tiene que encargar evaluaciones independientes, (cosa que efectivamente hizo en su caso y supongo que repetirá), cada vez que un estafador, ladrón o lavandero quiere evadir la ley, alegando curiosas enfermedades que solo invalidan al culpable para saldar sus deudas con la sociedad y la justicia, pero no para andar de juergas.
Tengo entendido que durante su excarcelación, entre el 2003 y el 2008, se sometió, efectivamente, a algunas intervenciones médicas, con diferentes grados de relevancia, en los Estados Unidos, pero su convalecencia estuvo lejos de ser la propia de quien creyera estar en su lecho de muerte.

Aparte de las andanzas ya mencionadas y según la reseña publicada el 8 de junio de 2006 en el periodico El Caribe, al día siguiente  de asistir a la "despedida" del "Caballo" Jhonny Ventura en la discoteca Jet Set,  "a Renta se le vió en Camelot Club dando sus pasos a ritmo de salsa. Encaramelado como el mejor sirop, aprovechó que la pista estaba despejada, agarró a su compañera –jovencita, bonita- que también demostró que es buena bailarina".
Las intervenciones quirúrgicas a que fue sometido usted en Estados Unidos y las recuperaciones que ameritaban, no lo dejaban retornar a la cárcel, pero no le impedían viajar por medio mundo, según consta en los registros de la Dirección General de Migración.
El 14 de julio del 2004 llegó usted procedente de Puerto Rico, en el vuelo 699 de American Airlines. Ese mismo año, el 5 de octubre, salió con destino desconocido en un avión privado (supongo que el suyo)  y retornó, 34 días después, el 9 de noviembre, proveniente de Providenciales, una de las paradisíacas Islas Turcas.

Seguro que ahí recibió usted algunos eficientes tratamientos para activar la circulación sanguínea de las partes entumecidas de su cuerpo. No me extrañaría que haya sido el Dr. Angel Contreras, su renombrado cardiólogo, quien le recomendara el tratamiento en ese lugar. Probablemente él conoce todos los hospitales con tecnología de punta, como los que prefiere usted y especializados en cardiopatías, que hay en las Islas Turcas.

Solo 4 días más tarde, el 13 de noviembre, volvió usted  a salir en avión privado con destino desconocido y no se supo cuándo regresó, pero sí se registró otra salida suya, sin dirección final establecida, el 10 de febrero del 2005. Tampoco se consignó su retorno al país.
El 18 de marzo del 2005 fue a Nueva York, en el vuelo 618 de American y no se supo cuándo regresó. Salió para San Juan, Puerto Rico, el 7 de julio y tampoco hay registro de su retorno.
En el 2006 usted no se apeó de un avión. El 4 de marzo salió para Panamá, en el vuelo110, por Copa y regresó el 18 de abril, por American, procedente de Miami. Salió el 9 de junio para Nueva York, por American y regresó el 24. Volvió a Nueva York el 13 de julio y regresó el 17 de ese mismo mes, para salir el 4 de agosto, para La Habana, Cuba, por Cubana de Aviación. Retornó el 5 de septiembre, procedente de Miami, a donde volvió el 10 de octubre, regresando a República Domicana en fecha desconocida.  Salió nuevamente hacia Miami el 30 de ese mismo mes, volviendo dos días más tarde, el 1 de noviembre, vía Panamá. Entre finales del 2006 y principios del 2007 voló tres veces a Madrid y en enero y abril viajó a Miami.
Coincidamos al menos en que esta agenda estaba un poco ajetreada, para  una persona tan enferma que no podia reposar en la amplia cama de su acomodada habitación de...¿Me equivoco si la estimo en 21.6 metros cuadrados en Najayo?. ¿Me equivoco si calculo que los presos miserables de las cárceles dominicanas tienen un promedio de espacio disponible de apenas 1.5 metros cuadrados? ¿Cuántos enfermos, en cuidados intensivos, disponen de 21.6 metros cuadrados para tratarse? ¿Cuántas suites VIP de las clínicas más exclusivas alcanzan una dimensión de 21.6 metros cuadrados?¿ En qué clínica puede un paciente disponer para sí, de un salón de terapia de 21.6 metros cuadrados?

Si no por respeto hacia el famélico pueblo que tuvo que pagar los 6,149 millones de pesos traspapelados en sus oficinas; ni por cortesía hacia la paciente y edulcorada justicia que esperó tan amablemente por usted;  ni por consideración hacia los prestigiosos profesionales médicos que ponen su nombradía a los pies de clientes energúmenos e incontrolables, al menos como inversión para las necias demandas del futuro, debió usted incurrir en menos exhibiciones grotescas de bienestares rumbosos.

Todo eso ocurría, mientras miles de presos gravemente enfermos –y algunos de ellos moribundos- se desmigajaban dentro de celdas inmundas, con enfermedades propias de la miseria y no de las gulas de  niñatos lloricas fulleros.

En este último grupo hay que incluir a su colega, Vivian Lubrano, a quien agasajaron con un indulto, por su precario estado de salud. La devota dama comenzaba a agonizar cuando alcanzaba a ver una reja, pero desde que la exoneraron de cumplir su condena, enganchó el rosario, pospuso los santos óleos y ahí anda, glamorosamente ataviada de impunidad, con una copa de champán en la mano.

Esa es otra que sí se burla de todos los presos y presas enfermos. No han tenido que volver a internarla en ningún sitio, excepción hecha tal vez de algún spa, de esos en los que se rellenan las arrugas con inyecciones de colágeno. Le voy a mandar un mensaje a ver si me recomienda uno.

¿Continuará? No sé. Depende del humor con que me encuentre a principios de la próxima semana. Estas cajas de viejos papeles que me han traido como regalo de Navidad, me tienen con pituita y temo que atraigan una invasión de ratones. Pero me encanta el tema...

http://www.acento.com.do/index.php/articulistas/sperez



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PERIODISMO DOMINICANO
Idel Moro es Lic. Ramon Nuñez Moreta - Periodista. egresado UASD.