A instancia del hatero seibano, en ese mismo año de 1849, eligieron como presidente a Santiago Espaillat, quien prefirió el extremo tal de no asumir el cargo, para no presidir un gobierno títere.
Es por eso que el Congreso en una segunda ronda, eligió como presidente a Buenaventura Báez, a partir de lo cual se inició la más encarnizada de las rivalidades políticas entre Santana y Báez.
En 1856, Santana renunció otra vez a la presidencia, agobiado por los efectos de la trama política llamada Matriculación de Segovia, mediante la cual una considerable cantidad de dominicanos se matriculó como ciudadano español.
El sucesor fue su vicepresidente, General Manuel de la Regla Mota, quien compelido por la insolvencia pública, tuvo que desmantelar el ejército formado por Santana.
Esa debilidad facilitó el retorno de Báez aupado por el Cónsul español Antonio María Segovia.
Es así como Santana concluyó su extensa carrera en 1861 sin que nunca hubiese manipulado algún presidente títere.
En 1868, al gobierno de José María Cabral lo sustituyó un triunvirato compuesto por los generales José Hungría, José Ramón Luciano y Antonio Gómez, cuya única gestión gubernativa consistió en la legitimación del retorno de Báez como presidente.
Se inició así ese funesto periodo llamado “Los 6 años de Báez” (1868-1874), durante el cual se intentó la anexión del país a Estados Unidos y se concertó el emblemático préstamo del aventurero financiero inglés Edward Hartmont.
En 1874, ante la inminencia del triunfo político del Partido Azul, el baecista puertoplateño Ignacio María González, emprendió el llamado Movimiento Unionista, al que se adscribieron parte de los sectores de oposición.
Tal alianza forzó la renuncia de Báez, pero bajo un manto de impunidad. Además, impidió que fuera Gregorio Luperón quien controlara el poder presidencial en ese momento.
En 1884 ascendieron a la presidencia y vicepresidencia de la República Francisco Gregorio Billini y Alejandro Woss y Gil, respectivamente, mediante un fraude electoral auspiciado por Lilís. Luego éste, desde el ministerio de Guerra y Marina, forzó la renuncia de Billini para que su incondicional Alejandrito Woss y Gil fuera su presidente títere.
En consecuencia, en víspera de las elecciones de 1886, ese gobierno desató una encarnizada represión contra la facción del partido Azul que sustentó la candidatura de Casimiro de Moya, lo cual adjunto a un fraude electoral, facilitó la pírrica victoria de Lilís.
Frente a esta situación, el general Benito Monción emprendió la llamada Revolución de Moya, la cual pretendía el derrocamiento de Woss y Gil y la anulación de esas elecciones.
El gobierno, sectores del Partido Rojo (baecista) y Luperón, inclusive, se opusieron a tales pretensiones. Mas, la causa más determinante del fracaso del movimiento pro Moya fue el transfuguismo que auspició Lilís mediante el soborno a varios generales claves de las tropas de sus adversarios.
Es así como el gobierno títere de Woss y Gil contribuyó al establecimiento del Régimen de los 12 años de Lilís (1887-1899).
Los sucesos económicos más notables de ese periodo de nuestra historia fueron los sucesivos préstamos de la holandesa Westendorp, la hipoteca de las aduanas, las emisiones sin control de bonos soberanos y las llamadas “papeletas de Lilís”, así como la consolidación del dominio financiero norteamericano a través de Santo Domingo Improvement.
Luego del magnicidio contra el Presidente Mon Cáceres, el jefe de su Guardia Republicana, General Alfredo Victoria, logró bajo amenaza que el Congreso designara como presidente en 1912 a su tío Eladio Victoria (Don Quiquí), el cual supeditó su gestión a la tutela de su pariente.
Los conflictos políticos-militares entre la facción jimenista en el gobierno (bolos pata blanca) frente a los horacistas (coludos) y las huestes de Desiderio Arias (bolos pata prieta), degeneraron en la llamada “Guerra De los Quiquises”, la cual finalizó cuando el gobierno norteamericano logró que asumiera la Presidencia el Arzobispo Adolfo Alejandro Nouel.
Mas, “el pata prieta” Arias se mantuvo en abierta rebeldía a las conclusiones de la Junta Pacificadora y de los subsiguientes presidentes que se alternaron en la presidencia, hasta que se inició la Ocupación Militar Norteamericana (1916-1924).
Jacinto Bienvenido Peynado (Mozo) fue un prestigioso abogado, catedrático y decano de la facultad de Derecho de la Universidad de Santo Domingo. Ocupó varios ministerios en el gobierno de Juan Isidro Jimenes, el de Justicia inclusive. En el periodo 1934-38 fue vicepresidente de la República.
Don Bozo, Don Pipí, Negro y Elito fueron presidentes títeres del Jefe
El genocidio trujillista contra los haitianos, “El Corte de 1937”, recibió un rechazo internacional unánime, principalmente del gobierno norteamericano de Franklin D. Roosevelt.
Debido a que el escándalo sucedió en víspera de las elecciones, Trujillo “aceptó” que el Partido Dominicano postulara como candidatos presidencial y vicepresidencial a Peynado y Manuel de Jesús Troncoso de la Concha (Don Pipí), para el periodo 1938-42.
A pesar de su vasta experiencia y prestigio, Mozo fungió como el primer presidente títere de Rafael L. Trujillo. A tal punto que cuando asumió nominalmente esa función, mediante decreto se consignó que el Generalísimo tenía los privilegios de presidente y en la realidad era El Jefe quien presidía las reuniones del Consejo de Ministros.
En 1940 Don Pipí Troncoso, también abogado, catedrático y rector de la Universidad de Santo Domingo, asumió la segunda presidencia títere ante la muerte repentina de Peynado.
En ese periodo se firmó el Tratado Trujillo-Hull sobre cancelación de la deuda externa, se declaró la Guerra al Régimen de Hitler, se promulgó la ley de igualdad de derechos civiles a favor de la mujer y se inició El Plan Trujillo de Alfabetización Nacional.
Todas estas medidas gubernativas tenían el sello indeleble de Trujillo, lo cual testimonia el imperecedero monumento “Obelisco Hembra”, cuyo origen es un culto a la personalidad de Trujillo con mención del referido tratado Trujillo-Hull.
Aún así, cuando Trujillo “ganó” las elecciones del 16 de mayo de 1942, el flamante Presidente de la Cámara de Diputados, Manuel Arturo Peña Batlle, propuso que aquel ocupase la presidencia de la República de inmediato, antes del 16 de agosto como correspondía, porque era una “urgente necesidad nacional”.
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